Cuando un niño empieza a hablar, es común que atraviese una etapa de disfluencias: repite sonidos, prolonga sílabas o hace pequeñas pausas inesperadas. Antes se llamaba tartamudez evolutiva porque muchas veces desaparecía con el tiempo.
Hoy sabemos que la detección temprana y el acompañamiento familiar son claves para favorecer un desarrollo más fluido del habla y evitar que esas dificultades se conviertan en un trastorno persistente.
¿Cómo identificar las disfluencias tempranas?
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Repetición de sonidos, sílabas o palabras (“ma-ma-mamá”).
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Pausas prolongadas o bloqueos al inicio de una palabra.
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Prolongación de sonidos (“ssssol”).
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Cambios en el ritmo o la entonación.
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A veces, signos de tensión en la cara o el cuerpo.
No siempre significa un problema grave, pero sí es motivo suficiente para consultar con un logopeda especializado desde el inicio, sin esperar meses a que “se pase solo”.
Lo que los padres pueden hacer en casa
1. Controlar la propia reacción
Los niños son muy sensibles al lenguaje no verbal. Si te ven con cara de fastidio, apuro o preocupación, lo notan y aumenta su tensión al hablar.
👉 Consejo práctico:
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Mírate en el espejo mientras escuchas a tu hijo. Observa si tu rostro refleja impaciencia. Entrena una expresión calmada y acogedora.
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Haz pausas, sonríe y transmite que tienes tiempo para escucharle.
2. Interacción comunicativa y turnos
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No lo interrumpas ni termines sus frases.
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Espera su turno con paciencia y evita la competencia por la palabra en casa.
3. Modelado de habla lenta y pausada
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Habla más despacio y con frases más cortas.
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Ejemplo: en lugar de “¡Corre que llegamos tarde, métete ya los zapatos!”, prueba “Ponemos el zapato… y luego el otro”.
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Si el niño bloquea, repite tú la palabra con ritmo lento y prolongado para darle un modelo seguro.
4. Regulación del ritmo y prosodia
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Usa un tono suave, pausado, con entonación marcada.
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Cantar canciones sencillas o leer rimas ayuda a mantener un ritmo natural.
5. Atención conjunta y contacto comunicativo
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Mira a tu hijo a los ojos, sin invadir ni presionar.
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Sigue sus intereses (jugar con lo que él proponga) para reducir la carga de hablar “a la fuerza”.
6. Reducción de la presión comunicativa
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Evita frases como: “Habla bien”, “No te pongas nervioso”, “Vuelve a empezar”.
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No lo obligues a hablar delante de visitas si no quiere.
7. Prevención de conductas secundarias
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Si notas movimientos de manos, muecas o golpes de pies al hablar, no los imites ni los refuerces.
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Refuerza lo positivo: “Me gusta escucharte”, “Qué bien me cuentas eso”.
8. Apoyo emocional y seguridad en el habla
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Hazle sentir que lo que dice importa más que cómo lo dice.
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Reconoce su esfuerzo, no solo el resultado.
9. Acompañamiento familiar y orientación profesional
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Los padres son el primer modelo de comunicación.
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Pero la ayuda principal siempre debe venir de un logopeda especializado en tartamudez, que guiará tanto al niño como a la familia.
Nuevas tendencias en intervención temprana
La investigación más reciente subraya que no se espera a que el niño lo supere solo. La prevención y la intervención indirecta desde casa son fundamentales:
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Intervención temprana centrada en la familia: el logopeda guía a los padres en rutinas y comunicación diaria.
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Énfasis en la naturalidad: no corregir ni forzar el habla, sino modelar un estilo más calmado.
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Prevención de ansiedad y conductas secundarias: cuanto menos presión, menor riesgo de que aparezcan bloqueos graves.
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Trabajo integral: habla + ritmo + prosodia + seguridad emocional.
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Sin ejercicios aislados de soplo o respiración: ya no se recomiendan porque no tienen evidencia y no transfieren mejoras a la comunicación real.
✅ Conclusión
La tartamudez en niños pequeños no debe vivirse como un problema insuperable. Con apoyo temprano, paciencia y estrategias adecuadas, la mayoría logra mejorar notablemente su fluidez.
El papel de los padres es esencial: más que corregir, se trata de acompañar y ofrecer un ambiente comunicativo seguro y tranquilo. Y lo más importante: no esperar, sino consultar cuanto antes con un logopeda especializado en tartamudez, que es quien puede marcar la diferencia en el pronóstico del niño.
Fiorella Canessa Ruiz
Logopedafiore
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