Las grandes pequeñas cosas que vienen antes del lenguaje (Y por qué no son una exigencia, sino una oportunidad)
Antes de que una palabra asome los labios de un niño, ya ha pasado algo inmenso. Algo que no siempre vemos, pero que lo cambia todo.
Porque antes del lenguaje, vienen muchas cosas pequeñas —aparentemente pequeñas— que en realidad son enormes. Vienen como susurros que anuncian un “aquí estoy”, mucho antes de que exista el “hola”.
-
Viene la mirada compartida, esa chispa que se enciende cuando dos ojos se encuentran… o simplemente cuando dos intenciones se cruzan, sin necesidad de verse directamente.
-
Viene el turno en el juego: ahora tú, ahora yo. Un vaivén que prepara el camino para la conversación.
-
Viene el gesto, el señalar, el mostrar, el estirar los brazos. Porque comunicar no siempre es hablar, pero siempre es querer conectar.
-
Viene la imitación: de sonidos, gestos, expresiones. Esa maravillosa capacidad de copiar es el inicio del aprendizaje social… y del habla.
-
Viene la atención compartida, cuando dos miradas —o dos intereses— se posan sobre un mismo objeto. Un puente silencioso que une cerebros y corazones.
-
Viene el juego simbólico, cuando una caja es un coche o una escoba es un caballo. Porque el lenguaje nace donde hay imaginación.
Estas habilidades no aparecen por arte de magia ni por exigencia. Aparecen cuando un niño se siente seguro, mirado, acompañado, respetado. Cuando hay vínculo.
¿Y en niños con TEA?
Muchos padres llegan preocupados porque su hijo con autismo no mira a los ojos. Y aunque esta preocupación es válida, necesitamos mirar un poco más allá.
Mirar a los ojos no es lo mismo que prestar atención. Muchos niños, especialmente con perfiles sensoriales diferentes, pueden estar muy atentos sin mirar directamente. Para algunos, el contacto visual puede ser incómodo o incluso doloroso. Por eso, evaluar la atención solo por la mirada puede llevarnos a conclusiones erróneas.
Un niño puede estar conectado, atento, incluso imitando, aunque no levante la vista. Puede anticipar, compartir, buscar… sin necesidad de mirar a los ojos. La atención conjunta no se da solo con los ojos: se da con la intención.
👉 Imagina que haces sonar una campanita. El niño no te mira a la cara, pero observa tus manos, se ríe, intenta tocarla también. Eso es atención conjunta. Si además te imita, estás ante una interacción riquísima… sin necesidad de contacto visual directo.
Forzar la mirada no es el camino. En lugar de imponer, creamos espacios de juego, conexión y disfrute. Desde ahí, el contacto visual puede aparecer de forma espontánea, placentera, real. Sin forzar, sin romper el vínculo.
¿Y entonces, por qué hablar de habilidades previas?
Porque el lenguaje no nace en la boca: nace en la relación. Por eso en logopedia nos interesan mucho estas habilidades previas o “prerrequisitos del lenguaje”. No como una lista que el niño “deba cumplir” para merecer comunicarse, sino como señales que nos ayudan a entender desde dónde partir para acompañarle mejor.
🔹 Un niño que no señala, se está comunicando igual.
🔹 Un niño que no imita, puede aprender de otras formas.
🔹 Pero si observamos e intervenimos con respeto, podemos enriquecer su forma de comunicarse, ampliar su repertorio, darle más herramientas.
Decir que estimular estas habilidades es capacitista, es como decir que enseñar a caminar a un niño que gatea es irrespetuoso. No estamos negando su forma actual de moverse, estamos ofreciéndole nuevas posibilidades. Posibilidades que puede tomar o no, pero que merece tener.
¿Y si ya acepto a mi hijo tal como es?
Aceptar a un niño no significa dejar de acompañarlo. Aceptarlo es también darle oportunidades. Si no fuese así, entonces, ¿para qué existe la logopedia?
Aceptar no es lo contrario de enseñar. Podemos enseñarle lo que aún no sabe hacer, desde el respeto y el juego. Porque la aceptación verdadera no excluye la posibilidad de crecer, avanzar, descubrir nuevos caminos.
En Locopedia trabajamos desde ese lugar:
✅ Respetamos el ritmo de cada niño.
✅ No forzamos lo que no está listo para emerger.
✅ Creamos contextos de juego donde las habilidades puedan aparecer.
✅ Y sí, intervenimos. Porque acompañar también es un acto de amor.
¿Qué no somos los logopedas?
-
No somos máquinas que enseñan a hablar con listas de pasos.
-
No queremos que todos los niños encajen en un molde.
-
No exigimos contacto visual, ni señalización, como única vía.
-
No enseñamos desde la exigencia, sino desde la conexión.
¿Qué sí somos?
-
Profesionales que adaptan la intervención a cada niño.
-
Aliados de las familias, no jueces del desarrollo.
-
Observadores de lo que ya hay, no de lo que “falta”.
-
Creadores de contextos significativos para que el lenguaje tenga donde crecer.
-
Facilitadores de caminos. No empujamos: abrimos puertas.
✨ En resumen:
-
Las habilidades previas no son una exigencia, son oportunidades.
-
Mirar no siempre significa atender. Atender no siempre implica mirar.
-
Aceptar a un niño no excluye ayudarle a desarrollarse.
-
Enseñar con respeto es también una forma de amar.
-
En logopedia, no cambiamos al niño. Lo acompañamos a ser más él, con más herramientas para comunicar lo que piensa, siente y desea.
🌱 Las grandes pequeñas cosas que vienen antes del lenguaje no son un requisito excluyente.
Son una invitación a mirar más allá de las palabras. A ver el gesto, el juego, la intención, la chispa…
Y a recordar que el lenguaje crece donde hay vínculo.
Fiorella Canessa Ruiz
Logopedafiore
Comentarios
Publicar un comentario